Afuera

Afuera, está la tarde
iluminando sueños en la espera.
Detrás de los visillos
parece despertar la primavera
como promesa esquiva,
distante siempre, vagamente ajena.
Sombra incierta, acogida
al refugio fugaz de la frontera
que cruza entre mis ojos y la vida,
aguarda el ave por su compañera.
Mientras yo, esa otra sombra
que quedó de la noche prisionera,
miro pasar de largo la alegría,
la luz que queda afuera, siempre afuera…

Blanca la nieve…

Hace frío. El silencio

se atrinchera en la tarde oscurecida.

Duele la soledad

y el aire se lamenta

desesperadamente entumecido.

Hay un reloj de sol

dormitando en su espera,

inútil, desolada, acaso absurda.

Es verdad, hace frío.

Siempre lejos de ti

parece invierno.

La ciudad se detiene en su latido.

Blanca la nieve, intacta,

cubre el suelo.

Siénteme

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Siénteme, amor, seré el viento del norte

golpeando las ventanas de tu casa,

el fuerte vendaval de altivo porte

que se enreda en tu pelo cuando pasa.

Mírame, amor, seré luz en tus ojos

cuando al atardecer llegue el ocaso

y se disuelva el sol entre los rojos

reflejos con que tiñe el cielo raso.

Suéñame, amor, cuando ya no respondas

y se adueñe el silencio de las horas,

cuando las soledades sean tan hondas

que ya nadie pregunte por qué lloras.

Búscame, amor, que no estaré tan lejos

cuando llegue la noche a acompañarte,

y entre el rumor de algunos versos viejos

permíteme volver a enamorarte.

Se derrama la noche

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Se derrama la noche

envolviendo en aromas mi ventana,

espesos como el aire que respiro,

como ese sueño que tu sombra alarga.

Bajo la luz difusa

de una luna que apenas se percata,

por las sendas oscuras de tu cuerpo,

se desliza mi mano enamorada.

Tienen fuego tus ojos,

fulgor de estrella que en el cielo estalla

cuando abandonas por mi piel desnuda

la pasión sin piedad de tu mirada.

Y cuando tu locura

se vuelca en mi interior desesperada,

el amor que a tu paso me recorre

arranca esta tristeza que me amarga.

 

Porque la noche encierra

esa vaga ilusión de lo perdido

en los pliegues del aire,

como un fantasma siempre fugitivo.

Porque al cerrar los ojos

tengo la sensación de algo furtivo

que se quedó grabado

sobre las apariencias del olvido.

Porque miro mis manos

y en ellas la memoria busca abrigo

para vencer el frío

haciendo del recuerdo su cobijo.

Porque sobre mi cuerpo

el sueño de tu piel se siente vivo,

y a pesar del silencio

aún tiembla el eco, de tu voz herido.

Porque quizá te vayas,

y el dolor de la ausencia me haga añicos,

cuando las soledades

se claven en el alma con ahínco.

Porque busco tu esencia

en la inquietud del aire que respiro,

porque cuando me faltas

habito este universo en que no existo.

En el remanso del río

No sé qué contaba el agua

en el remanso del río,

fría mañana de otoño,

lejos tu dolor del mío.

Lloraba el árbol sus hojas,

ocre y oro los suspiros,

por el sendero del aire

el viento se había dormido.

Deslizándose en silencio,

la luz dibujaba esquivos

reflejos en el riachuelo,

caprichos de algún destino.

En las brumas del recuerdo,

aquel tiempo que perdimos

iba guiando tus pasos,

trazándote los caminos.

Y yo, que no me resigno

a ser simplemente olvido,

como una brisa en tus labios,

como un temblor encendido,

acunándote los sueños,

haciéndote sentir vivo,

me deslizaba en el agua,

donde el remanso del río.

Seguirá

Seguirá huyendo el río en la ribera,

camino de algún mar desconocido,

se irá tras la corriente lo que he sido,

trazando entre los dos otra frontera.

La luz caerá a la tarde, habrá una hoguera

allí donde el poniente, sueño herido,

llora en silencio por lo que ha perdido,

cubriendo de emoción la tierra entera.

Volverán a surcar airosas, lentas,

las cigüeñas de vuelta al campanario.

Y la ciudad en sombra, casi a tientas,

envuelta por la noche en su sudario,

acogerá el recuerdo que aún alientas,

acunará el dolor de un solitario.

Al filo de la noche

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Al filo de la noche, la verbena

derramaba su flor bajo el olivo

y el jazmín enredado, por cautivo,

lloraba entre las rejas su gran pena.

Al fondo del camino, en la colmena,

soñaba el aire por sentirse vivo,

y adivinando el cielo algún motivo,

hizo salir por fin la luna llena.

Sombras entre los montes de Granada,

cubriendo con el manto del olvido

la pasión de la tierra sosegada.

Y un hombre, acaso en busca de sentido,

meciendo entre sus brazos la callada

soledad del nogal estremecido.

Al otro lado del olvido

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Nunca dura el amor más que el momento

breve y fugaz en que, al perder la calma,

nublada la razón, se expone el alma

a dejarse morir en el intento.

Quizá parezca entonces que es un cuento

la vida cruel, mientras que el sueño empalma

una ilusión a otra y así ensalma

con sus conjuros el latir del viento.

Y entonces, cuando menos lo aparente,

volverá el corazón a estar perdido.

Vendrá el dolor de nuevo, de repente,

quedándose en el tiempo detenido

para al fin constatar que, simplemente,

no hay nada al otro lado del olvido.

No dejes amanecer

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Cúbreme de amor reciente

cuando el rumor de tu nombre

se me escape entre suspiros

si me besas en la noche.

Méceme bajo tu cuerpo

envuelto en ritmo de olas

mientras que gira la luna

danzando al son que tú tocas.

Deja que estalle la vida

en la transparencia azul

que hay al fondo de tus ojos,

allí donde huye la luz.

Lléname de ti esta noche,

une mi vientre a tu piel

y anuda tu sueño al mío,

no dejes amanecer…